Las diversas disciplinas a que
nos referimos podrían ampararse dentro de tres grandes bloques: en primer
lugar, la filosofía analítica o pragmática filosófica, que aborda el estudio de
la actividad lingüística entendiéndola como una parte esencial de la acción
humana; en segundo lugar, la antropología lingüística y cultural, la
sociolingüística y la sociología interaccional, que se ocupan de la lengua en
relación con sus usuarios entendidos como miembros de una comunidad
sociocultural concreta; en tercer lugar, la ciencia cognitiva (tanto los
estudios en psicología como en inteligencia artificial) que se ocupa de los
procesos cognitivos que subyacen a la adquisición y al uso de las lenguas.
Comunicarse es hacer cosas con
determinadas intenciones en situaciones concretas. No estamos ya ante sistemas
abstractos de signos ajenos a la voluntad de los usuarios, sino ante prácticas
comunicativas en las que “el lenguaje, la acción y el conocimiento son
inseparables” (Stubbs, 1983). Esta parte vista desde el punto de vista
educativo se hacer referencia a que el
alumnado por medio de la interacción entre ellos, el profesor y el material
educativo (programas de estudio, libros
de texto, actividades etc.), se llega a un encuentro
semiótico, en donde se llevan a cabo diversas manifestaciones lingüísticas
y textuales, con variables como el contexto y la situación que regularan las
interacciones comunicativas.
La lengua representa un uso y
este ‘’uso’’, será siempre contextualizado, en este sentido la pragmática tiene
como función principal el estudio de esta según el contexto en que se produzca.
El contexto en este caso no tiene como objeto principal el lugar específico en
donde se desempeñan tales actos comunicativos, sino también los conocimientos
que se lleguen a compartir entre los participantes de estos, ya que es el
principal motor de entendimiento entre el grupo.
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